Siguen unos extractos de un artículo de James Wood en el New Yorker del 31 de agosto en el que se reseñan diversos libros recientes de teología y filosofía de la religión. Espero que mi traducción chapucera del inglés no se haya cargado todos los matices de sus argumentos. Mi madre, como cualquier persona al mismo tiempo creyente y razonable, lo suscribiría si tuviera la paciencia de leerlo hasta el final. Yo no soy creyente pero no querría dejar de ser razonable, y lo que se dice aquí me parece muy valioso.
Nada demuestra más claramente que el ateísmo es una forma de creencia religiosa […] que el surgimiento del llamado «nuevo ateísmo». En años recientes, un cristianismo evangélico resurgente, marcado por el literalismo bíblico, la creencia en un «Dios personal», la hostilidad a la racionalidad científica y el progreso, y una tendencia política profundamente conservadora ha sido, curiosamente, refutado por un ateísmo resurgente, marcado por su propio literalismo bíblico, la hostilidad a la fe en un Dios personal, una profunda fe en la racionalidad científica y el progreso, y típicamente una tendencia política comprometida y progresista.
El ateísmo está estructuralmente unido a la creencia que niega, y es necesariamente un tipo de creencia rival; el agnosticismo indiferente sería una liberación más auténtica. Para Richard Dawkins, Sam Harris y Christopher Hitchens, entre otros, el Dios contra el que más vale la pena luchar parece ser un híbrido de un Antiguo Testamento interpretado de forma barata, un Corán analizado con prejuicios, y el sentimentalismo del evangelismo contemporáneo: Él creó el mundo, controla nuestros destinos, vive en el cielo, nos ama cuando no nos está castigando, interviene para hacer milagros, mandó a Su único hijo a morir en la Cruz y salvarnos del pecado, y promete el cielo a los devotos. Este Dios no es muy judaico, ni muy filosófico: no es la entidad incorpórea e indescriptible que Maimónides o Tomás de Aquino circunnavegan sin cesar […]. Ni tampoco es Buda. El hinduismo sólo se menciona cuando es fundamentalista: cuando se aproxima al literalismo monoteísta.
Para los nuevos ateos, igual que para muchos cristianos americanos contemporáneos, la fe se considera ciega -un irracional cerrar los ojos a la evidencia y la razón, un salto de fe hacia una imbecilidad infinita. Los nuevos ateos no se dirigen a los millones de personas cuya forma de entender la religión está lejos de las certezas del literalismo contemporáneo, y que no se sienten inclinados a someterse a los mulás locos ni a los pastores fanáticos. De hecho, este tipo de ateísmo asume que no hay creyentes inteligentes […] y que cualquier científico en activo que manifiesta creer en Dios está probablemente mintiendo, o es claramente mediocre. Se presupone que el darwinismo invalida cualquier creencia religiosa, a pesar de lo que reconocía Stephen Jay Gould sobre que «o bien la mitad de mis colegas son enormemente estúpidos, o bien la ciencia del darwinismo es enteramente compatible con las creencias religiosas convencionales».
[…] Abolir la categoría de lo religioso deja a los no creyentes sin una manifestación de lo inexpresable; impide que las estelas de la incertidumbre pasen sobre nuestras vidas. Lo que resulta más repelente del nuevo ateísmo es su certidumbre intolerante; siempre es mediodía en el mundo de Dawkins, y el sol de la ciencia y el positivismo liberal abrasa y no produce sombras.
Siguen unos extractos de un artículo de James Wood (que no Woods) en el New Yorker del 31 de agosto en el que se reseñan diversos libros recientes de teología y filosofía de la religión. Espero que mi traducción chapucera del inglés no se haya cargado todos los matices de sus argumentos. Mi madre, como cualquier persona al mismo tiempo creyente y razonable, lo suscribiría si tuviera la paciencia de leerlo hasta el final. Yo no soy creyente pero no querría dejar de ser razonable, y lo que se dice aquí me parece muy valioso.
Nada demuestra más claramente que el ateísmo es una forma de creencia religiosa […] que el surgimiento del llamado «nuevo ateísmo». En años recientes, un cristianismo evangélico resurgente, marcado por el literalismo bíblico, la creencia en un «Dios personal», la hostilidad a la racionalidad científica y el progreso, y una tendencia política profundamente conservadora ha sido, curiosamente, refutado por un ateísmo resurgente, marcado por su propio literalismo bíblico, la hostilidad a la fe en un Dios personal, una profunda fe en la racionalidad científica y el progreso, y típicamente una tendencia política comprometida y progresista.
El ateísmo está estructuralmente unido a la creencia que niega, y es necesariamente un tipo de creencia rival; el agnosticismo indiferente sería una liberación más auténtica. Para Richard Dawkins, Sam Harris y Christopher Hitchens, entre otros, el Dios contra el que más vale la pena luchar parece ser un híbrido de un Antiguo Testamento interpretado de forma barata, un Corán analizado con prejuicios, y el sentimentalismo del evangelismo contemporáneo: Él creó el mundo, controla nuestros destinos, vive en el cielo, nos ama cuando no nos está castigando, interviene para hacer milagros, mandó a Su único hijo a morir en la Cruz y salvarnos del pecado, y promete el cielo a los devotos. Este Dios no es muy judaico, ni muy filosófico: no es la entidad incorpórea e indescriptible que Maimónides o Tomás de Aquino circunnavegan sin cesar […]. Ni tampoco es Buda. El hinduismo sólo se menciona cuando es fundamentalista: cuando se aproxima al literalismo monoteísta.
Para los nuevos ateos, igual que para muchos cristianos americanos contemporáneos, la fe se considera ciega -un irracional cerrar los ojos a la evidencia y la razón, un salto de fe hacia una imbecilidad infinita. Los nuevos ateos no se dirigen a los millones de personas cuya forma de entender la religión está lejos de las certezas del literalismo contemporáneo, y que no se sienten inclinados a someterse a los mulás locos ni a los pastores fanáticos. De hecho, este tipo de ateísmo asume que no hay creyentes inteligentes […] y que cualquier científico en activo que manifiesta creer en Dios está probablemente mintiendo, o es claramente mediocre. Se presupone que el darwinismo invalida cualquier creencia religiosa, a pesar de lo que reconocía Stephen Jay Gould sobre que «o bien la mitad de mis colegas son enormemente estúpidos, o bien la ciencia del darwinismo es enteramente compatible con las creencias religiosas convencionales».
[…] Abolir la categoría de lo religioso deja a los no creyentes sin una manifestación de lo inexpresable; impide que las estelas de la incertidumbre pasen sobre nuestras vidas. Lo que resulta más repelente del nuevo ateísmo es su certidumbre intolerante; siempre es mediodía en el mundo de Dawkins, y el sol de la ciencia y el positivismo liberal abrasa y no produce sombras.