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En el New Yorker de esta semana se puede leer un exhaustivo perfil de Naomi Klein: un artículo de unas diez mil palabras, muy bien colocadas como siempre, que sólo es posible cuando un periodista con el suficiente talento comparte buena parte de varios días con el personaje en cuestión y sus familiares y amigos. (Lo firma Larissa MacFarquhar; la foto, fusilada ahí arriba, es de Platon).

Después de leerlo pienso en primer lugar que si me llamaran del New Yorker para hacerme un perfil, contestaría que ni de coña. Y en segundo lugar, que da gusto que haya gente que acepte, especialmente gente que dice o hace cosas suficientemente interesantes como para despertarnos esa curiosidad un poco malsana por conocerlos mejor y entender de dónde vienen.  Naomi Klein viene de, y vive en, un completo ecosistema progresista. A su abuelo lo echaron de la Disney a principios de los 40 por organizar huelgas, sus padres se autoexiliaron a Canadá cuando la guerra de Vietnam, la familia de su marido ha sido el alma del partido socialista canadiense durante varias generaciones.

El título del artículo está muy bien escogido: ella es en primer lugar una agitadora, y de hecho esa visceralidad y esa desconfianza en la política organizada es lo que consigue que tantos estemos atentos a lo que dice.

No quiero aparecer demasiado cínica, pero la primera vez que vi el vídeo rock «Yes We Can» que Will.I.Am hizo, mi primera respuesta fue Wow, finalmente un político está haciendo anuncios tan buenos como los de Nike. […] El eslogan «Yes We Can» significa lo que quieras que signifique. Es muy «Just Do It». Cuando lo oyes, te sorprendes pensando: ¡Sí! ¡Vamos a acabar con la tortura y cerrar Guantánamo y salir de Irak! Y entonces piensas: Espera un momento, ¿está realmente diciendo eso?

Según parece su nuevo libro defiende la teoría, un poco conspiratoria para mi gusto, de que sistemáticamente y en todo el mundo se aprovechan catástrofes naturales y actos terroristas para implantar sin resistencia políticas ultraliberales.

Pero la parte más interesante del artículo es la línea en la que, como de pasada, se comenta que Naomi Klein ¡usa un iPhone! ¿Le habrá rascado la manzana de la parte de atrás?

Ascensores

Hablando de claustrofobias, ayer me acordé de un artículo del New Yorker sobre ascensores que leí hace unas semanas. Os garantizo que, curiosamente, para encontrarlo apasionante no hace falta trabajar en Otis, ni haber pasado un fin de semana encerrado en un ascensor como el pobre hombre que podéis ver en el vídeo que acompaña el texto, una filmación condensada de la cámara de seguridad. Yo no puedo dejar de ver un hámster… en el artículo se cuenta su historia, el infeliz acabó perdiendo el trabajo a raíz del incidente.

Otra gran película de terror.

(Por cierto. En el artículo se dice que el botón de cierre de puertas del ascensor es de mentira. Que sólo sirve para darnos la ilusión de que controlamos un poco ese cacharro terrible.)