El descenso a los infiernos

Los daños del régimen de antivacaciones del que os hablaba en el post anterior sí parecen permanentes. No es sólo que no tienes tiempo para escribir: además tu vida se empobrece de tal forma que también te quedas sin temas. Llevo un mes horrible pero me voy a desquitar. La semana que viene me voy a Sicilia (es por un congreso pero he añadido al lote dos fines de semana y algún día más por ahí perdido, y la peregrinación a Corleone no me la quita nadie).

Estos días me he dedicado a ver películas de terror en mis pocos ratos libres. Es una forma de autolesionarse menos peligrosa que darse cabezazos contra la pared, que era mi primer impulso durante estos días de furia. He visto, por ejemplo, The Descent, de Neil Marshall, y he sufrido muchísimo, os la recomiendo a todos. ¿Cómo es posible que se me escapara esta joya de la claustrofobia y el mal rollo cuando se estrenó en 2005, y sin embargo me haya tragado desde entonces toda una serie de bodrios supuestamente terroríficos y remakes cutres de pelis japonesas? En fin, espero ansioso la próxima del mismo director, Doomsday, que se estrenará en julio.

La plaga del milenio

Me encanta que me critiquen. Mejor dicho: me encanta que pongan a parir a colectivos a los que pertenezco. Me revitaliza, pone a prueba mis opiniones y mis prejuicios, que no siempre (casi nunca) salen bien parados del ataque. Sé que es una estrategia funesta en términos evolutivos, y que si hubiera nacido Neanderthal mi tendencia a la introspección y a la autocrítica habría acabado conmigo a una tierna edad, pero he tenido la suerte de haber asomado la cabeza en este lugar y esta época decadentes, ideales para que las dudas crezcan sanas y fuertes.

Podría poneros muchos ejemplos de todo esto, entre ellos mi fidelidad a la Cope, por supuesto. El más reciente es este artículo que encontré en Libro de Notas, en el que se califica a los blogs como «la nueva plaga del milenio». No tiene desperdicio. «Como sabe el 99 por ciento de los blogueros, los blogs apenas sirven para satisfacer su vanidad personal: cada bloguero, según Technorati […] tiene una treintena de lectores, es decir, la familia más próxima del «autor» y sus amigos de infancia. Nadie más les lee.» Pero leedlo entero, por favor, y leed también la segunda y tercera partes. Por supuesto, el formato del propio artículo, escrito en varias entregas y realimentado con los mensajes que envían los lectores, es terriblemente bloguero. Por supuesto, este fragmento que os he copiado contiene uno de los más burdos abusos de la media aritmética que he visto en mi carrera de profe de estadística. Por supuesto, la palabra «plaga» aplicada a una ocupación que la gente escoge para su tiempo libre recuerda aquello que nos decían de pequeños sobre los peligros de la masturbación. Y sin embargo…

Podcasting in A Coruña

Recuerdo el día en que mi cuñado me preguntó si me había enterado de que se iba a jugar un Barça-Madrid y le contesté «claro, por la BBC«. Me dedicó una mirada parecida a la de Elliott cuando descubre a E. T. escondido en el bosque. (Más bien a la de Ripley cuando ve salir el Alien de la tripa de Kane.)

La gente ya conoce mi desinterés por el fútbol. Lo que sigue sorprendiendo es que uno pueda llegar a ser tan pedante como para escuchar las noticias en la BBC. Y yo digo: cuando haya un podcast decente de noticias en español, seré el primero en suscribirme. No me refiero a carruseles informativos del tipo Hora 25 o La Linterna. Ni a las noticias de las dos de la tarde (que por cierto, de todas formas no se pueden descargar, vete a saber por qué). Me refiero a algo tan sencillo como un resumen de no más de media hora con las principales noticias del día. Un reciclado para internet, tan fácil de hacer y de montar y con el éxito tan garantizado que es una auténtica vergüenza que nadie se haya puesto con ello.

Pero es que mirar la lista de los principales podcasts en castellano y ponerse a llorar es todo uno. Estamos más o menos igual que hace cuatro años, cuando escuchar en el reproductor MP3 algo que no fuera música era una excentricidad. ¿Dónde están la inmensa mayoría de los programas de radio? ¿Y las conferencias? ¿Y los conciertos? ¿Por qué apenas hay contenidos decentes creados para este medio? En el Top 3 de iTunes de hoy están: un curso de inglés (claro), un podcast de Apple (escucha en tu iPod cosas sobre tu iPod), un videopodcast de YouTube (ideal siempre que no tengas nada mejor que hacer que fijar la vista en una pantalla). Y a continuación Iker Jiménez, que bien podría dedicar un programa a averiguar por qué los jefazos mediáticos le tienen tanto miedo a que la gente escoja lo que quiere escuchar y cuándo.

Todo esto venía a cuento de que el Hematocrítico me ha recomendado un podcast estupendo (pero en inglés, claro). Y a que yo solito he encontrado otro, también estupendo, en castellano (la excepción que confirma la regla, y además hecho en casa): las charlas de los museos científicos coruñeses. La de Pilar Cuartero sobre el sueño, sus transtornos y sus misterios es muy interesante y está muy bien editada… A ver si cunde el ejemplo.

Ah, por cierto, el reportaje de la BBC sobre el Barça-Madrid estuvo genial. ¿O era Madrid-Barça?

Matemático muerde perro

«Un ex peón israelí resuelve un enigma matemático planteado hace 40 años» (El Mundo, 31/03/2008).

¿Cuál es la parte jugosa de este titular? ¿Peón? ¿Israelí? ¿El enigma matemático? ¿O la combinación de las tres? Apuesto que será imposible encontrar en la prensa una descripción mínimamente currada del problema que ha resuelto este señor, pero eso sí, que no falte el dato de que se pasó unos años de su vida colocando ladrillos. Al leer esto uno se imagina que empezó en las matemáticas contando las vueltas que daba la hormigonera…

Propongo unos cuantos titulares parecidos:

«Ex empleado de Telefónica gana el Óscar»

«Ex empleado de oficina de patentes revoluciona la física newtoniana»

«Hijo de carpintero judío presuntamente resucitado»

Etcétera.

Los inventos del MoMA

Os presento un modelo de pila fabricada con los jugos gástricos de una persona recién fallecida, que se puede usar para alimentar cualquier aparato electrónico que se quiera asociar con el difunto, desde una lámpara que ilumine su tumba hasta un vibrador que… en fin, ya veis, todo un mundo de posibilidades. (Son los usos propuestos en la página web, no me llaméis degenerado.) ¡Ah! y se le puede inscribir un epitafio. Se trata (todavía) de un prototipo, con plano incluido, digno del profesor Franz de Copenhague (o del doctor Frankenstein de Ginebra).  Esta exposición de diseños digamos innovadores y el precio del dólar se suman a las ya abundantes razones por las que apetece mucho ir a Nueva York. Por lo de pronto, en la web casi se puede quedar uno a vivir. La descubrí en Microsiervos (dónde si no).

De repente era tarde para todo

Menuda se está armando con las six-word memoirs. Se contaba de Hemingway que en cierta ocasión le desafiaron a escribir una historia completa en seis palabras, y el resultado fue «For sale: baby shoes, never worn». (¿A que os recuerda a «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí»? Mucho más emocionante, y apenas un poco más larga). Los de la revista online Smith recuperaron esta idea, un poco por los pelos, y decidieron pedir a escritores e internautas anónimos que intentaran resumir su vida de la misma forma. La respuesta fue espectacular. De repente la gente no podía parar de producir esas frasecillas. (Si Tolstoi levantara la cabeza… Ay, son cinco palabras.) En fin, reunieron las que más les gustaron en un libro que se convirtió inmediatamente en un éxito de ventas. Pensad en ello: decenas de vidas en cada página, cada una resumida no ya en un párrafo, sino en un eslogan. La propia existencia y el éxito de este libro dice de nosotros, terrícolas occidentales del siglo XXI, mucho más que cualquier tratado antropológico. Pero es curioso cómo esta ocurrencia que le debe tanto a Internet y a la cultura de las ideas rápidas y navegables, recuerde tanto a la vieja ocurrencia de los epitafios. Claro que si se hubiera planteado así, quizás la iniciativa no habría tenido tanto éxito. Nadie querría que en su lápida se pudiera leer algo como «Found true love, married someone else».